Acuérdate, tu que aún puedes.
Cuando leas esto, yo no me
acordaré que lo he escrito y por lo tanto, poco
importará como me trates.
Estaré sumergida en la desmemoria, el ayer,
hoy y mañana tampoco existirá para mí.
Solo habrá ese instante en el que me regañes a saber. Me meado encima, he manchado el vestido con la sopa, -
servidumbres que pago y no con gusto- por no haber muerto joven y vivir mucho.
Acaso por el interrogatorio, repetitivo, interminable y
diario al que te someto, en el que poco o nada me importan las respuestas, solo
las preguntas,- que le voy hacer, - mi cabeza no da para más.
Por eso, cuando te enerves por mi fuga, siguiendo el impulso de la joven rebelde que
fui, porque si, yo también fui joven e incluso niña, sino como iba saber poner,
esos “pucheros” cuando me regañas, sino lo
hubiera aprendido en la infancia más remota. Si, yo tuve la piel fresca y tersa y también llevo besos en la piel,
quizás hasta alguno tuyo.
¡Ay! si yo supiera contarte… que
tuve una mirada limpia y clara, pero se me fue enturbiando de ver tanto fango,
el mismo que ahora ve ese espectador que
contempla la escena que estamos montando
a sabiendas de que la vida es una película en espiral y que mañana otros
serán los protagonistas, pero el final el mismo.
Por eso te pido, que ya que no
podemos cambiar el desenlace, al menos pasemos de la tragedia a la comedía o al
menos convirtamos nuestros actos en tragicómicos
Y no por mi, que ya no me acuerdo
de nada, sino por los espectadores a los que la mirada se les esta enturbiando.