La situación es tan disparatada como esta foto.
La decana tiene 95 años, cuando el curso pasado se rompió la cadera, aunque no lo verbalicé, pensé que no volvería a asistir a los cursos de natación. En octubre me sorprendí gratamente cuando la vi aparecer con la misma muleta y el mismo andar lento y constante de antes de la rotura. La decana aparca (aparcaba)su muleta bajo uno de los bancos y se mueve (se movía) como pez en el agua, por el vestuario y en la sala de los vasos de la piscina. -reconocer que la frase hecha es muy adecuada para el lugar donde nos encontramos. La decana no necesita (no necesitaba) ayuda, ni para abrocharse el sujetador, ni para calzarse, ni para nada, con un trocito de banco para sentarse se apañaba divinamente.
Ahora toca hablar de
alguna de mis otras compañeras de vestuario, por supuesto que todas tenemos
menos edad que” la decana” pero...
Esta la “ tatuada” luce un hermoso tatu que va desde debajo
de la axila derecha, con unos bonitos puntos colchoneros simulando una vainica
doble, donde tenía la mama, hasta la
mama izquierda. La “tatuada” necesita ayuda para abrocharse el sujetador y para
colocarse la camiseta por la espalda, ya que la movilidad en el brazo derecho
la tiene regular.
Esta “ La tabla rasa” no tiene un ápice de grasa en el
abdomen, derivado de los muchos años de trabajo como limpiadora, a cambio tiene
las manos totalmente agarrotadas como garfios por la artrosis, y necesita ayuda
para atarse los cordones y todo lo que requiera manualidad “fina”.
Podría enumerar a
varias más de mis compañeras de vestuario, ya que todas tenemos “ lo nuestro”
pero este post sería demasiado largo, así que voy al grano.
El ambiente que hay ( que había) hasta octubre del año
pasado en el vestuario femenino es buenísimo, ayuda mutua, complicidad y
risas, muchas risas sobre todo de nosotras mismas y de nuestras carencias.
En el comienzo de curso suprimieron horas de natación, y
como hubo protestas, - las mujeres es que protestamos por todo- los “cerebritos” de la ciudad deportiva del
Ayuntamiento de Alcalá de Henares no dejaron a nadie fuera, pero juntaron
grupos, donde había diez personas ahora hay veinte.