Mis Pilares, mi patria.
Sobre la mesa el libro para
Pilar, hace unos días fue su cumpleaños, hoy intentaré dárselo.
En la cocina, me
esperan los productos españoles que si hoy no van a la cazuela, mañana
irremediablemente irán a la basura. Doy tiempo al tiempo, unos minutos más, no
acelerarán su putrefacción.
Conecto el ordenador y compruebo
que Pilar también lo esta, traduzco que ella también traduce, ni el día de su
santo se libra de tener que trabajar. Resisto mis ganas de chatear con ella, un
poco por dejarla trabajar sin interrupciones, un mucho por el olor hediondo que
se escapa de la cocina.
Me doy un nuevo empujón con música hacía la cocina, Miguel Hernández, curioso
que este C.D. me lo regalo Pilar. Pico cebolla, aprovecho para llorar, con sus
Nanas, mientras lo sofrío con ese jugo de los aceituneros altivos, estoy
totalmente inmersa en la patria tanto culinariamente como poéticamente.
Interrumpe esta exaltación patriota, el
teléfono.
Otra Pilar; el susto se me pasa al instante ( son las 8,30 de la
mañana) me pide que este al tanto de su hijo, esta un poco enfermo, no lo
bastante para cancelar su salida de fin de semana, pero si lo suficiente para
que algún adulto este al tanto.
Ahora ya mi mente va a su rollo, pasa de los productos hortícolas de la
cocina.
“El niño” esta en segundo año de
medicina…. Viene a mi cabeza cuando le enseñe a sonarse los mocos, cuando le
enseñe otras cosas, que él seguramente recuerde pero no yo.
Ya es un adulto (hace tiempo que
lo es) como lo son, los más cercanos a los que he visto nacer, crecer, empezar relaciones
amorosas y acabarlas. Como me he alegrado y sufrido con ellas.
Me doy cuenta que independientemente de como se llamen, mis pilares y
mi patria son ellos.
Y lo demás, son productos de la
huerta, que hay que tirar a la basura antes de que lo emponzoñen todo.
12 de octubre de 2012