Yo en una playa paradisíaca,
probablemente del Indico, tal vez del
Pacifico por la paz en la que se desarrolla hasta ahora el sueño. Aguas
cristalinas, esmeraldas o turquesas como corresponde a un sueño en el Edén. El
horizonte claro, despejado, de repente, diviso una mancha oscura que va
aumentando su tamaño según se va acercando a la playa, un barco enorme y atestado de gente, ¿un
crucero?( me pregunto) comienzo a sudar, por el temor de que todas esas
personas quieran desembarcar en “mi isla” solitaria, ya la considero mía, no es
acaso el sueño mío, pues también la isla es de mi propiedad.
El sonido de lo que hasta ahora pensaba era el
arrullo de las olas, va en aumento y es una mezcla de los maullidos de un
gatito y el timbre de un despertador; me giro dando la espalda al mar, en lo
alto de la única y por lo tanto solitaria palmera de “mi isla” veo un gatito, según me voy acercando
compruebo que es una cría de lince ibérico, el pánico se apodera de mi, tengo dos frentes abiertos:
los de la nave queriendo desembarcar en mi playa y el pobre lince, si no logro
conseguir ayuda pronto, se extinguirá irremediablemente.
Veloz marco el teléfono de emergencias,
antes de que cuelgue, aparece un equipo de bomberos sin fronteras, el más ágil
trepa hasta lo alto de la palmera y rescata al tierno gatito de un manotazo.
El mismo manotazo que le atizo al
despertador, harta de los aullidos del gato y los gritos de socorro de los
polizones, que quieren invadir mi territorio.
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