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viernes, 6 de abril de 2012

21 de marzo de 2012
En la caja del supermercado contemplo la siguiente escena:
La encargada del establecimiento, solicita los datos personales de una clienta que a la vez a pedido una factura, esta última con una actitud bastante borde le dice que parece que le esta sometiendo a un interrogatorio. La encargada, le informa que es lo que hay si quiere una factura.
Abandono la tienda, cuando llego al portal de mi casa me topo con la reunión anual de la comunidad, me escaqueo de la misma. Primero por que estoy escamada de esas reuniones y la segunda porque estoy picada y enganchada a una novela.
La novela en cuestión, es de mi amigo, al que no llamaré ladilla, porque hace una fabada, que quita el sentido, y una paella de muerte ( esto es literal, la última que ingerí casi me lleva al hospital). El anisakis es lo que tiene.
De aquí en adelante, no habrá  ningún dato que pueda identificar a los actores de los hechos que acontecieron, las razones son obvias y se entenderán al final de este relato.
A mi amigo, el escritor, hace como un año ( coincide la fecha con el inicio de su novela) le pedí que corrigiera un texto, que presente a un concurso. La idea del texto era buena, la calidad literaria nula, ortográficamente, ( gracias a él) no tenia muchas patadas a la gramática.
Después de mucha insistencia, por mi parte, accedió a dejarme leer su obra.
Nada mas comenzar la lectura, entendí sus reticencias. Lo que yo pensaba que era pudor, para con su obra, era vergüenza,  que descubriera que se había apropiado de mi “idea”.
No estaba dolida más bien halagada, que alguien con talento,  tomará mi idea ( señal inequívoca de que era ingeniosa) y la plasmará en papel.
Según iba avanzando en la lectura, me iba asombrando de la riqueza del léxico de mi amigo y del dominio de las distintas jergas que convenientemente  iban apareciendo.
Aunque el genero policiaco, y la intriga, no esta entre mis lecturas preferidas, tengo que decir, que estaba enganchada, en la trama que mi amigo, había tejido.

22 de marzo de 2012
Me despierto, antes que suene el despertador, enciendo el ordenador, y sigo con la lectura. Aquí  si que estaba cabreada, me explico:
Describe un recorrido ( entiéndase que no dé datos concretos) por un territorio, por unos bares, unas sensaciones... joder que esa era yo, si se me había hecho la boca  agua, con ese bocadillo de calamares, prohibidos.
Es cierto que habitamos  territorios comunes, pero esa era yo, era un plagio descarado de mi “biografía”.
Cuando deje la lectura (debía ir a correos a recoger una carta certificada) me había quedado en un seguimiento, a unos “gorilas” por parte del protagonista, pura trama policial.
Mientras me acercaba a correos, iba imaginando como acabaría esa parte de la novela.
 Al llegar a la puerta de la oficina, hay una mujer, que me impide el paso a la misma y se dirige a un grupo de tres hombres blancos, que están agrediendo o sujetando a uno negro ( aunque con el paso de los minutos se cambio de raza)
La mujer les dice:  abajo, abajo,
Interprete no sé si erróneamente, que le pegarán por debajo, del estomago, en las pelotas vamos.
No soy excesivamente justiciera pero los atropellos tan descarados, me sacan de mis casillas. Me puse a gritar: ¡que esta pasando ahí¡ a lo que la mujer que estaba en la puerta de la oficina de correos me contesto
-         Tranquila señora, somos policías.

-Para resumir; interceptaron el paquete que iba a recoger( el ya albino) presunto delincuente y me franquearon  la entrada a correos.
Recogí mi carta, no sin los comentarios de los empleados de correos.
-         Una anécdota para contar a los nietos, un guión para el cine.
Pensé, un argumento para otro pasaje del libro de mi amigo.

Por supuesto que a mi amigo, al que no llamaré ladilla. No pienso contarle nada de lo que sucedió, el 21 y 22 de este mes.
Si con una“idea” MÍA, ha sido capaz de escribir una novela de cuatrocientas páginas, que no hará con estos días. Es muy capaz de escribir los episodios Alcalinos, en cuatro tomos.
Aunque a lo mejor, si le cuento.
Que él se dedique a escribir aventuras, mientras yo me encargo de vivirlas.




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