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lunes, 17 de agosto de 2020

La Sierra

 

Esta entrada  se la dedico a los “abuelos” que el otro día me achacaban que solo colgaba fotos en el blog.  Es  un  retal de uno de los maravillosos días que pase en la sierra.                                                                                                                                                                      

                                                                                                                 11 de Agosto de 2020

XXX  de la Sxxx

8 a.m.  Sentada en el banco del portal de la casa , a la vera de un pequeño parque infantil, en cuyo centro se erige una  antigua fuente de la que mana como es lógico agua de la sierra cercana. Con un café en la mano, me dispongo a disfrutar de ese café así como de la temperatura agradabilísima de cero grados, ni frío ni calor, y del cotilleo y posible conversación que me proporciona, esta ubicación,  privilegiada.  Por aquí pasan y paran los senderistas, más avezados  que  suben al Mencilla, los menos avezados, que  hacen un trozo de la vía verde. Los ciclistas avezados y no avezados  que aprovechan para rellenar sus cantimploras con el agua fresca de la fuente.  Las familias que van de  paso y aprovechan  el equipamiento del parque  infantil para desfogar a los infantes más  activos de la prole. Además de si la temperatura, lo permite, mojarse el culo  bajo el bucólico puente romano  que esta al otro lado de la carretera que cruza y parte el pueblo en dos. Por si fuera poco, cuelgan de la fachada de una casa solariega de esa misma pequeña plaza unos carteles  en los que anuncian  la venta, con lo que no faltan los curiosos que me interrogan sobre la misma, precio, estado interior de la casa, tamaño y como no, si conozco al dueño, para poder puentear a la agencia inmobiliaria  y  ahorrarse un pico más en lo que ellos auguran una ganga, y  ya sueñan como si de el cuento de la lechera se tratara de un retiro placido y saludable, en el muy probable caso, que  se decrete un nuevo confinamiento. <Yo me dejo querer y presumo  hasta donde puedo, de ser nativa de la villa o al menos de ser propietaria de una vivienda en el pueblo. ¡ ay! si  ellos supieran que soy forastera y que estoy invitada solo unos días en el pueblo.

Estos desayunos siempre van acompañados de un libro, no vaya a ser que  los hermanos constructores den por terminada la obra y no pasen  con su furgoneta a las ocho menos diez, o que el coche con enormes pegatinas de aves rapaces, no pase  o no  divise a ningún nativo del pueblo, o tenga la mala suerte que tampoco paren, excursionistas y curiosos y me vea privada de conversación y me aburra o la charla  me incomode y pueda  esconderme  entre las páginas  del mismo, o simplemente los espante,( tristemente he comprobado que hay individuos que les asusta mas una persona leyendo) que un estornudo o una tos seca de un madrileño.

Así transcurrían las mañanas … el resto del día lo contaré  o no  en otra ocasión.

4 comentarios:

  1. El recuerdo me Demanda una ínsula que "mola mazo" y de cuyo nombre no quieres acordarte. "Me respetes" a los ciclistas, lo que llevan no son cantimploras, en el argot son llamados bidones, que seguimos mezclando molinos con gigantes... ¡"cohones"...!
    E.J.

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    1. Gracias por el comentario y por "las pistas" del lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.

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  2. Respuestas
    1. Continuaré Ana, lo que no sé si con ese viaje u otro. Gracias por la visita.

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