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domingo, 10 de julio de 2016

Quien acabe con el hambre, traerá el descanso y la paz.



En la azotea de la cotilla del ático se habían instalado desde hacía meses las palomas.
El zureo matutino que le despertaba, hacía que se levantará de un  humor de perros, (por seguir con un símil animal) además del ruido, le molestaba sobremanera que hubiera algo por encima de ella. Según transcurría el día, iba decreciendo su  humor canino y creciendo el instinto de sabueso  que llevaba dentro.
 ¿Cómo acabar? con esas” ratas con alas”.
Su primer impulso fue: subir al solano y sembrar veneno, bueno, el primero en realidad fue coger una escopeta y liarse a tiros.
 Descartado uno y otro por razones obvias; no tenía escopeta, ni tampoco veneno, además esto  podría acabar con otras aves que le resultaban también odiosas - esto último siempre lo negara en público-  estaban protegidas, y podría buscarse un lío.
 Ahora toca un paréntesis: (¿que clase de porquerías comían las cigüeñas? para dejar esas plastas que más parecían chapapote que posible abono.
Así que tomo la única decisión que le quedaba: que fallecieran de inanición, en lenguaje llano “que murieran de hambre”.
Cortar el suministro de alimentos a las palomas, conllevaba un tarea de  investigación arduo pero en el que ya tenía bastante avanzado los trabajos  de campo, por algo era “la cotilla del ático.
 Semanas de observación, le permitieron descubrir la identidad de los individuos  que dejaban colgadas las bolsas con pan, en el exterior  de los cubos de basura. Algo más le costo averiguar la filiación de quien retiraba las viandas y bastante pesquisas, el sorprendente e inaudito trapichoneo  que tenían montado.

 

Continuará…

 

 

 

 

 

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